domingo, 17 de febrero de 2008

Alquimias cinematográficas de dos genios españoles: Buñuel y Dalí

Un perro andaluz
"Es peligroso asomarse al interior"





Una luna llena, un perro que nunca se muestra, una palma agujereada -como la mano crucificada- por cuya abertura salen hormigas negras, una nube que corta la luna y una navaja que corta el lóbulo de un ojo femenino. ¿Acaso resulta fácil describir en una sinopsis un cortometraje que hasta hoy causa perplejidad en los espectadores?

Es el año 1929, unos efectos rudimentarios pero muy convincentes al ojo ajeno, un juego temporal que ya quisieran imitar Tarantino, o Iñárritu, un guion que parece haberse escrito sobre un vidrio para luego quebrarse adrede, escrito por dos jóvenes trasgresores de la tradicional forma de concebir el arte.

¿Los responsables? (Diremos mejor ‘irresponsable’, para atribuirles un adjetivo que se merecen, porque aquellos son los que rompen la tan hosca barrera que impone la costumbre, el canon, la tradición. De ahí nacen los genios, de ahí las genialidades.) Me refiero a Luis Buñuel y Salvador Dalí. Tan simple, como tener una mala noche necesaria, una mala noche que no asusta sino incita a la creación. Tan simple como ignorar al script y barajar las hojas de un libro como si fueran cartas de póker. Así es Un perro andaluz.

Son 17 minutos. Es un sueño que podríamos tener si es que tal vez hemos bebido demasiado y haber platicado sobre fútbol metafísico, astronomía teológica o cocina cubista. Tan simple como hacer añicos al sólido principio aristotélico.

Inspirada, según algunos, en el surrealismo que por ese entonces pasaba por su mejor momento y por las ideas del psicoanálisis de Sigmund Freud, Un perro andaluz (Un chien andalou) está integrada por imágenes que asemejan a la incoherencia onírica que experimentamos una vez dormidos. Los cambios repentinos de escenario, las imágenes fuera de lugar (como la cabeza de un caballo sobre un piano), la angustia propia de un mal sueño y los diferentes puntos de referencia (digamos, a veces somos protagonistas y luego pasamos a espectadores) nos trasladan a ese mundo que urde nuestro misterioso subconsciente.


El guion fue escrito en menos de una semana y la regla, según Buñuel, fue sencilla: “no aceptar idea ni imagen que pudiera dar lugar a una explicación racional, psicológica o cultural”. Fue presentada en Francia, frente a un grupo selecto de artistas muy exigentes, donde Buñuel tocaba el piano para acompañar a las imágenes y a la vez se preparaba para lapidar a los que osaban abuchear a la película con piedras que guardaba en los bolsillos. Pero la cinta fue todo un éxito. Con esta obra, Buñuel pretendía (y lo logró) un "desesperado y apasionado llamamiento al asesinato de la cultura burguesa".


Sensacionalismos aparte. Por si no fuera demasiado, (no se sospecha que lo haya hecho por publicidad) poco después de la filmación de dicho cortometraje (una filmación en donde los actores aducen que no sabían lo que hacían porque tan solo atinaban a obedecer a un incomprendido joven revolucionario del cine) el protagonista, Pierre Batcheff, se suicidó.
Hay que verla, discutirla e imitarla. Hay que aprender de alguien que se atrevió a vivir en una época que aún estaba en proceso de gestación para genios como él.

No hay comentarios: