miércoles, 12 de noviembre de 2008

Reflexiones sobre "Dioses" de Josué Méndez

Película caricaturiza la clase alta limeña
Texto de Lucas L.
¿A qué se refiere un director de cine cuando dice que quiere retratar a una determinada clase social mediante una película? Nunca lo entendí. ¿Solo se referirán a determinados arquetipos? Por ejemplo: si se retrata a un personaje de clase social baja, se buscarán cerros, invasiones, música chicha, combis, borrachos de cantina, pandillaje, descampados, etc. Si se retrata a una clase alta, pues se consiguen casas de playa, música electrónica, autos de moda, chicos y chicas lindas, empleadas con uniforme, etc. ¿Será correcto emplear el término “retratar”? Prefiero el de caricaturizar.

En Dioses, segunda película de Josué Méndez, se resalta y exagera la frivolidad, el machismo, la actitud de las empeladas, la visión de los ricos hacia los pobres, las costumbres, además los sueños y deseos de estos personajes envidiados por la clase baja que (según la película) vive en desorden, a la deriva, habla quechua, se muere por ser de alta sociedad y mata por un poco de estatus.

¿Caricaturizar? Sí, porque si muestran en la pantalla a una mujer autóctona de Arequipa, se oye de fondo una flauta andina. Porque si hay una fiesta nice de chicos bien, se oye música electrónica. Porque si se reúnen señoras de clase alta, todas son mantenidas por sus maridos y estas se reúnen solo para hablar tonterías. Porque el marido millonario siempre tendrá una amante y las empleadas siempre hablarán quechua y se dejarán acosar por los hijos de los ricos.

Bueno. Si hay algo que resaltar con halagos en esta película, es la actuación de Maricielo Effio que de a pocos deja de ser la siempre Paquita Peruana -que anhela trabajar con Xuxa la brasileña- para ser Elisa, una arribista acomplejada de la clase media que avergüenza de su familia, etc y etc. La escena del ensayo e imitación que hace Elisa del lenguaje propio de los pitucos (otro arquetipo), se lleva toda la risa, carcajada, admiración y aprobación del público que paga su boleto en el Cine Planet. Sin duda, Maricielo demuestra madurez histriónica porque su personaje es el más logrado, creíble que además viene con un motivador bonus track (del torso desnudo que a más de uno habrá echo olvidar a la niña coronada por un sombrero estúpido de copa alta que cantaba Ilari lari eh, oh oh oh).

El otro personaje central, Dieguito (Sergio Gjurinovic), el hijo de Agustín (Edgar Saba), hace recordar inevitablemente a Joaquín Camino (Santiago Maguill) en “No se lo digas a nadie” de Lombardi. Solo que éste no tiene inclinaciones homosexuales, sino deseos de transgredir ciertas reglas morales y cometer el tan imprecado incesto con su hermana Andrea (Anahí de Cárdenas). El carácter sensible, afeminado, engreído, llorón, huevón (como dice su padre), nos hace rememorar a Joaquín que huye de casa por su padre machista y porque la sociedad no le permite ser él mismo en todos los determinados. También guiña el ojo a Julius de Bryce, cuando demuestra cierta dependencia por las empleadas, el aislamiento hacia la servidumbre, cuando las cosas salen mal.

Aunque la actuación, en algunas escenas, exagera en gestos alpinchistas, es un personaje que -como diría un crítico de cierto diario- inspira lástima, compasión, amistad. Logra su cometido y, como dicen los críticos, es un actor que promete (ja).
Las demás actuaciones solo complementan la historia. Los amigos del padre, de los hijos del padre y de la mujer arribista, solo son personajes que aparecen, dicen cosas “ingeniosas” de sitcom gringa y desaparecen. Queda la sensación de faltar algo más, algún giro radical en el argumento (quizás un muerto, una bomba, un golpe de estado, una revolución chavista, algo así :-s). Aún con todas sus carencias, la película supera a otras estrenadas anteriormente, a otras que también llegaron con la bulla de bombos, platillos y un desfile de orgullo gay.

Para terminar. Si antes se decía que el cine peruano solo era un conjunto de malas palabras y calatas de turno, actuaciones de teatro o en todo caso: sobreactuaciones parecidas a las que hacían El Chavo y la Chilindrina cuando remedaban al Profesor Jirafales y a Doña Florinda, respectivamente; pues, como muchos ya se habrán dado cuenta, el cine peruano está en mejora, gracias a jóvenes directores como Josué Méndez que no se encierran en temas de "moda", temas recontra tocados, o regresan a la violenta y vendedora época del terror.

Lo malo
* Faltó de todas maneras el desarrollo de otros personajes. Tal vez (lo digo desde mi butaca) faltó resaltar más la hipocresía de las mujeres pitucas; faltó trabajar más en los amigos de Dieguito y Andrea. O ¿la intención era mostrar personajes más que solitarios y vacíos por dentro y por fuera?
* La elipsis de más o menos un año, al final de la película, deja al espectador con el pop-corn a medio masticar. Pues muchos no se lo tragaron. Parece solo un final alternativo. No, nada, no se cree. Además, todo el argumento es un 90% predecible.

Lo mejor
* La escena en el que Elisa mita y entrena los modos, frases, tonos y gestos del lenguaje pituco.
* La escena en donde Dieguito es guiado por su padre en la fábrica que pronto dirigirá. La aparición del padre de izquierda a derecha, como si Dieguito conversara con dos o cuatro personas a la vez, ese montaje llama la atención y fascina a cualquier aprendiz de Adobe Premier.
Nos vemos hasta que vea "Un cuerpo desnudo", de Pancho Lombardi.

lunes, 6 de octubre de 2008

La vida sangrienta de Julius

Crónica al estilo Pedro Balbuena que sigue por reminiscencias bretonistas y termina con un buen baño de ketchup

Texto de Ronald Santos

A quién no le sorprendió la noticia que rebotó el año pasado en todos los medios de comunicación, aquella que anunciaba la posible aprobación de Tarantino para dirigir “Un mundo para Julius”. Aquí un soliloquio de un fan de ambos artistas y que se quedó con una decepción que lo llevó a beber del cenicero y fumar los cabellos de su amigo rasta.

Uma Thurman bailotea con una espada del legendario ninjitsu maestro Hattori Hanzo. Uno a uno los 88 locos van cayendo al piso del House of Blue Leaves, sus extremidades forman la mayor colección de brazos y piernas del Japón. Y Quentin Jeremo Tarantino, nuestro querido maestro del cine post moderno, new gore y bretonista confeso, obtiene un orgasmo fílmico al capturar cada uno de los fotogramas que componen una de las escenas más violentas y sangrientas que ha producido su cine.

Entonces hagamos memoria (flashback a la maratón de Tarantino que hice con una amiga punkie hace algunos años): Reservoir dogs (reservorio de perros): Tim Roth recibe harta bala y no muere nunca, el mismo Tarantino aparece con un orificio en medio de la frente (maestro); Pulp Fiction: Uma Thurman se rompe el tabique con la coca más pura que se podría conseguir en mendosita y renovación (“La rica Vicky”), finalmente Marsellus Wallace (Ving Rhames), es víctima del más triste sexo contranatura que yo recuerde (o que quiera recordar), felizmente en Sin City, el maravilloso claro oscuro no le permitió a Quentin mancharnos la pantalla del rojo intenso al que nos tiene acostumbrado.

Ahora hagamos un paralelo, algo muy forzado a decir verdad. Veamos: Un niño limeño de 10 años con orejas prominentes, algo bobalicón y con síndrome de Edipo toma una espada Hattori Hanzo y corre hacia un montón de pituquitos escolares que maltratan a un ferviente hincha del sport boys, casposo y que tiene por chapa “Caño” (irrigación ocular inmediata). Julius vence a todo el salón, finalmente, manchado de sangre, toma a su amigo y le invita una Coca cola heladita en la bodega del chino de la esquina (alguien dijo ¿Hattori?).

Hagamos un segundo paralelo: Una hermosa dama, rubia con un lindo mechón que le cae sobre la frente, camina descalza por la enorme sala de su mansión, un primer plano a los finos píes de la mujer, un paso, dos pasos, las mayólicas del piso reflejan la bien formada figura de Susan. Viste una camisa blanca, prende la radio y suena Girl, You'll Be A Woman Soon y mi entrañable personaje de infancia comienza a danzar por todo el lugar dejando ver sus torneadas piernas, saltando y brincando (yo haría esa escena) y, por último, para no especular en demasía sobre la adaptación que se esta haciendo sobre “Un mundo para Julius”, imaginemos al inefable, taurómaco y aristócrata Juan Lucas, contra una mesa, con los pantalones abajo, amordazado (sus grititos se ahogan), sudando por todos los poros del cuerpo y siendo vejado por un policía corrupto que le enseña a no meterse con familias ajenas y, menos aun, con pequeños niños limeños, dulces e inocentes (recalco y algo bobalicón) que ama a su madre porque ella siempre le dice “darling”.

Podríamos seguir fantaseando. Tal vez alguna escena de Jackie Brown, no me imagino a una Cynthia como Bridget Fonda tirada sobre el sofá siendo saciada por un obeso Robert de Niro (es más no sé cómo pude involucrar a Cynthia en esto, es mi personaje favorito), o tal vez podríamos poner a un joven Santiago con pistola en mano sin saber a dónde disparar, sin saber quién es el verdadero culpable de su desgracia familiar (yo pondría a Juan Lucas a ambos lados).

Es sencillo e increíble, Quentin Jerome Tarantino, el hombre de la sangre y la quijada grande, podría ser escogido por el plagiario (trago saliva y me muerdo la lengua), casi alcohólico (sigo mordiéndome la lengua) y amado escritor peruano Alfredo Bryce Echenique, para llevar a la pantalla grande una de las más grandes obras de la literatura Latinoamericana. “Un Mundo para Julius” ha entrado en etapa de preproducción, se están soltando los nombres de los posibles actores, Bryce dijo que quería actores peruanos, Tarantino querría volver a filmar los píes de la Turman por enésima vez, Bryce dice que no plagio nada y que todo fue un error de la secretaria, Tarantino pondría a Samuel L. Jackson como el hermano mayor de Julius y lo haría prender cigarrillos chesterflield con un hermoso Zippo, Alfredo acaba de publicar “Las obras infames de Pancho Marambio (2007)” (libro que me autoregalaré por la bajada de reyes) y Tarantino podría estar pensando en como poner mucho color rojo por las calles de Lima.

Seguí navegando y encontré que lo de Tarantino es un rumor, por que el todavía no acepta la chamba. El guión lo hará el cubano Senel Paz, autor del texto de "Fresa y chocolate", Olivier Martinez será Juan Lucas y Julius será interpretado por el español Héctor Enríquez (ojala se retracten y pongan a chacaloncito jeje), de la música se ocupará Juan Bardem, con letras escritas por Joaquín Sabina (lo justo y necesario) y las voces las pondrán Luz Casal, Ana Belén, Soledad Jiménez y Juan Diego Flórez, ojala también suenen los bolores Nat King Cole y Lucho Gatica, y finalmente Simon Brands (si el colombiano de “Mentes en blanco” y “Paraíso Travel”), podría ser el director (según EFE: “De la dirección de la película es "seguro" que se ocupará Simon Brand…,”. Pero que importa el solo hecho de imaginarme a Bryce y Quentin juntos, dialogando sobre algo en común, fotografiados y hasta tomando un trago, me puede hacer soñar que Woody allen podrá dejar el Jazz para hacer un trío con Sabina y Serrat, tocarse un bolero, Robert Smith en los coro y Almodovar haría danza flamenca para el gusto de los Drake Queen's.

Creo que tanto vino barato con tapita de plástico esta deteriorando mi razonamiento, pero no importa Bryce y Tarantino podrían estar juntos en un proyecto, tal vez no haya mucha sangre y hasta todo puede ser broma de el plagario (“auch”) Bryce, por ahí me dijeron que ya desmintieron todo en EEUU (golpe bajo a mi ilusión cinefila), pero bueno solo me queda esperar que la productor dé el nombre del elegido, mientras tanto le rezaré a mi estampita de Sarita colonia y le prenderé velitas a la imagen del señor de los milagros que tengo en mi cuarto, habrá que dejar el ateismo por unos meses. AMEN.

domingo, 17 de febrero de 2008

Alquimias cinematográficas de dos genios españoles: Buñuel y Dalí

Un perro andaluz
"Es peligroso asomarse al interior"





Una luna llena, un perro que nunca se muestra, una palma agujereada -como la mano crucificada- por cuya abertura salen hormigas negras, una nube que corta la luna y una navaja que corta el lóbulo de un ojo femenino. ¿Acaso resulta fácil describir en una sinopsis un cortometraje que hasta hoy causa perplejidad en los espectadores?

Es el año 1929, unos efectos rudimentarios pero muy convincentes al ojo ajeno, un juego temporal que ya quisieran imitar Tarantino, o Iñárritu, un guion que parece haberse escrito sobre un vidrio para luego quebrarse adrede, escrito por dos jóvenes trasgresores de la tradicional forma de concebir el arte.

¿Los responsables? (Diremos mejor ‘irresponsable’, para atribuirles un adjetivo que se merecen, porque aquellos son los que rompen la tan hosca barrera que impone la costumbre, el canon, la tradición. De ahí nacen los genios, de ahí las genialidades.) Me refiero a Luis Buñuel y Salvador Dalí. Tan simple, como tener una mala noche necesaria, una mala noche que no asusta sino incita a la creación. Tan simple como ignorar al script y barajar las hojas de un libro como si fueran cartas de póker. Así es Un perro andaluz.

Son 17 minutos. Es un sueño que podríamos tener si es que tal vez hemos bebido demasiado y haber platicado sobre fútbol metafísico, astronomía teológica o cocina cubista. Tan simple como hacer añicos al sólido principio aristotélico.

Inspirada, según algunos, en el surrealismo que por ese entonces pasaba por su mejor momento y por las ideas del psicoanálisis de Sigmund Freud, Un perro andaluz (Un chien andalou) está integrada por imágenes que asemejan a la incoherencia onírica que experimentamos una vez dormidos. Los cambios repentinos de escenario, las imágenes fuera de lugar (como la cabeza de un caballo sobre un piano), la angustia propia de un mal sueño y los diferentes puntos de referencia (digamos, a veces somos protagonistas y luego pasamos a espectadores) nos trasladan a ese mundo que urde nuestro misterioso subconsciente.


El guion fue escrito en menos de una semana y la regla, según Buñuel, fue sencilla: “no aceptar idea ni imagen que pudiera dar lugar a una explicación racional, psicológica o cultural”. Fue presentada en Francia, frente a un grupo selecto de artistas muy exigentes, donde Buñuel tocaba el piano para acompañar a las imágenes y a la vez se preparaba para lapidar a los que osaban abuchear a la película con piedras que guardaba en los bolsillos. Pero la cinta fue todo un éxito. Con esta obra, Buñuel pretendía (y lo logró) un "desesperado y apasionado llamamiento al asesinato de la cultura burguesa".


Sensacionalismos aparte. Por si no fuera demasiado, (no se sospecha que lo haya hecho por publicidad) poco después de la filmación de dicho cortometraje (una filmación en donde los actores aducen que no sabían lo que hacían porque tan solo atinaban a obedecer a un incomprendido joven revolucionario del cine) el protagonista, Pierre Batcheff, se suicidó.
Hay que verla, discutirla e imitarla. Hay que aprender de alguien que se atrevió a vivir en una época que aún estaba en proceso de gestación para genios como él.