Toda guerra es absurda. Lo absurdo puede ser cómico. Lo cómico puede ser arte y el arte es una guerra constante. A partir de este silogismo carente de claridad y abundante en "absurdismo", expreso mi satisfacción por escoger esta película entre tantas opciones que me mostró mi caserita en un puesto de Polvos Azules.
Urderground, dirigida por Emir Kusturica, es una película que desarrolla un análisis digestivo de los 50 años de un país que sufrió las estupideces a veces suelen cometer los seres humanos. Estupideces que tienen que ver con la religión, nacionalismo o política, motivos bélicos que al final solo algunos conocen, o creen conocer.
Yugoslavia, un país que como muchos fue víctima de la II Guerra Mundial, soporta y sufre los bombardeos del enemigo, luego del país aliado y finalmente sufre el peor de los atques, el de los malos gobernantes y de la gente pendeja -no solo hay en el Perú- que se aprovecha de la situación.
Dentro de ese clima patriotero, Marko y Blacky, dos ladrones, traficantes de armas, mujeriegos, juergueros y mataperros que, con la fuerza que da la juventud y la conchudez, se convierten en una leyenda esperanzadora para el pueblo que resiste el ataque alemán.
Ambos amigos del alma se enrumban en el negocio del tráfico de armas que abastece al disminuido ejército yugoslavo, lo que les hace crear una fábrica oculta en un gran sótano, donde los trabajadores son personas refugiadas que huyen de los fusilamientos, los bombardeos, las torturas y del hambre. Con estas personas, los amigos arman un negocio redondo con el cual se darán licencia para visitar prostitutas, irrumpir en teatros, matar alemanes, armar fiestas frívolas y dejarse perseguir por una banda musical que los acompaña a donde haya que cometer nuevas locuras.
La simbiosis amical se romperá (adivinen por qué) por la disputa de una mujer. Natalija es una actriz que para sobrevivir, junto con otros artistas, brinda espectáculos a los invasores alemanes que la idolatran, principalmente Franz, un oficial de Hitler que piensa desposarla. Blacky, amante perpetuo de Natalija, la secuestra y empieza una suerte de novela teatral matizada por el humor de Kusturica, quien construye esta historia llena de simbolismos que critican las paradojas halladas en las personas comunes, en las decisiones de los gobernantes y de los ciudadanos en general que por miedo a enfrentarse a algo peor, prefieren vivir en la ignorancia.
Natalija pronto se convierte en la manzana de la discordia entre Blacky y Marko, lo que les lleva a pelear silenciosamente entre ellos. Pero la suerte corre del lado de Marko y por circunstancias que no quiero contar, Blacky termina en el sótano con los demás refugiados, quienes engañados por Marko, creen que la II Guerra Mundial continúa, pese a haber transcurrido 20 años. La historia se convierte aún en más interesante cuando los del sótano deciden explorar el exterior mediante un arma que fabrican para hacerle frente al enemigo. Ya se imaginan la sorpresa que se llevan pronto.
En Underground, la música es uno de los personajes principales, ya que siempre está presente: durante peleas, flasbacks, imágenes de archivos históricos, la escena del de un matrimonio subterráneo, etc. La banda de trompetas acompaña las aventuras de los personajes principales hasta el final de la película.
Otro rasgo especial de Underground, es el montaje “histórico” a manera de Forrest Gump (1994), de Robert Zemeckis. En la pantalla se ve a Marcko en todos los momentos trascendentales de Yugoslavia, junto a los muertos, junto a los altos generales, en la tregua, junto al nuevo gobernante, etc.. Claro que es un guiño y a la vez una mofa al cine norteamericano.
Como se sabe, más por la televisión que por estudios, los yugoslavos continuaron con la guerra hasta mediados de la década de 1990, lo que también es tratado en la película. Los ciudadanos de este estado libran una lucha interna entre naciones separadas por la religión, el nacionalismo y el resentimiento, lo que finalmente termina en la ruptura y desaparición del país. La frase que se pega en la mente de cualquiera es “Ninguna guerra es una guerra hasta un hermano mate a su hermano”.
La escena final de la película es una llamada de atención final. Es lo que todos los personajes habrían deseado, la felicidad perfecta: un pedazo de tierra para empezar otra vez y crear la nación feliz que tanto les costó en vida.